En el mes de octubre terminamos el Puntapunta Espíritu GS 2017 en Marruecos y ya estoy liado en mi próxima aventura, un viaje para este próximo diciembre con un grupo reducido, Aventura Ubuntu.
Me gustaría contaros el viaje con las BMW. Un viaje especial, donde se alinearon los astros para que disfrutásemos de una experiencia autentica, con un grupo de gente increíble.
Pero no seré yo quien cuente este viaje, en esta ocasión dejaremos que sea Blanquita, la inseparable de uno de los miembros de este Espíritu GS, el compañero de aventuras Javier Arasanz, espero que lo disfrutéis como lo he disfrutado yo.
Marruecos on the rocks.
PRELUDIO.
El día 5 de octubre de 2017
Seria un día distinto, Javier entró en el garaje a las 6:32 de la mañana, me desató de las Columnas de Hércules que me atan al garaje y salimos en dirección al centro de la gran urbe en la que cohabitamos con otros 3 millones de personas. Arrancamos o paramos al son de las luces de los semáforos que cruzan nuestro camino, el destino es el trabajo de Javier, esto significa que tiene que hacer un recado después de trabajo o que vamos a la revisión. Lamentablemente no nos vamos de viaje, no hay maletas ni ninguna otra indicación del mismo, esto me hace sentir triste, pero al menos estamos rodando.
Después de estar aparcada en la acera, Javier siempre busca el sitio donde no se moleste a los transeúntes, los pasos de cebra, las tiendas hasta las papeleras evita, es genial cuando llega a un sitio mira siempre antes de bajarse para ver si todo esta correcto y no molestar:
– Blanquita debes siempre respetar a los demás, hay que evitar molestar, no hacer a otras personas lo que no quieres para ti.
Aparece Javier con el casco y los guantes, arrancamos y ponemos dirección al Taller de
Rolen Motor, los amigos que cuidan de forma concienzuda de mis dispositivos, motor, suelas…. De todo. La recepción en el taller como siempre apuntan mi nombre, 4226 JDS, no Blanquita que me puso Javier, hablan de revisión, neumáticos y demás cosas, pero yo estoy fuera y no logro escuchar lo que dicen.
Cuando Javier vino a buscarme, algo era diferente, acarició los neumáticos de tacos que me habían puesto los amigos de Rolen y con mirada perdida paseo su vista por todo mi cuerpo, me hizo sentir un calor agradable, nos pusimos en marcha en dirección a casa, las suelas de mis zapatos sonaban, ruidosas, escandalosas, como un runrun de elevada potencia, suavemente como tanteando las respuestas de los zapatos nuevos, Javier iba engranando marchas en la M-30 para salir a la A-3 y llegar al garaje. Allí me quede atada a las columnas, pero con la ilusión de alguna salida especial.
Viernes 6 de octubre de 2017
Son las 14:16 horas cuando Javier aparece haciendo malabares con las maletas, mi electrónica se pone en guardia, una enorme sonrisa aparece en los plásticos de mi silueta y siento como me libera de mis cadenas, suenan los ecos metálicos en las paredes del garaje, mientras Javier me coloca en posición de salida, con un ritual casi mesiánico, sitúa las maletas en los costados y el baúl para terminar por instalar el navegador. Todo esta en su sitio, pero antes de partir Javier me dice:
– Vamos de viaje, un largo viaje como nunca antes hemos hecho juntos, prepárate para sentir, disfrutar y aprender. Blanquita ahora a cuidarnos el uno al otro. Aunque se que tu siempre cuidas de mi.
Estas palabras siempre me reconfortan y con un suspiro, pongo en marcha mis 1200 cc de pura mezcla de expectación, adrenalina y sueños, mis dos cilindros baten al son de un ritmo acompasado, sintiendo su fuerza, Javier engrana primera y con una sensación agradable, partimos hacia la calle, lentamente se abre la puerta del garaje, como un telón de teatro, la claridad de un caluroso día de octubre inunda los rincones lúgubres del garaje y hace que mi corazón y mis pulmones se llenen de aire cálido, denso, quedo…, se levanta definitivamente el telón de una aventura, cualquiera que sea, será bienvenida.
Partimos rumbo 180, al sur, y poco a poco abandonamos la ciudad, vamos dejando atrás el cinturón de ciudades satélites de Madrid y llegamos a los limites de la provincia. Sin darnos casi cuenta, solo acompañados por el sordo rumor de mis zapatos nuevos, desgastándose contra el suelo firme del asfalto, llegamos a los largos y lánguidos llanos de la Mancha, en un otoño seco, árido y desértico que ha convertido a los espartos y tomillos en meros nudos de maleza espolvoreados sobre una tierra reseca.
Javier esta más relajado, lo siento en la forma que aprieta sus rodillas contra mis costados, ahora es liviano, creo que los sueños y las inquietudes le hacen levitar sobre mi asiento o quizás sea el espíritu GS, que tanto me dice que existe y la verdad que no se ni siquiera lo que significa.
– Es tiempo Blanquita de que sepas que es el espíritu GS, creo que en este viaje lo aprenderemos los dos.
Bueno, sea lo que sea, seguimos juntos, rodando hacia el sur, los campos empiezan a quebrarse y surgen los montes de Andalucía, Jaén y Despeñaperros aparecen como una enorme sombra en el horizonte ahora cercano, llenos de valles y sombras. Atravesamos el corazón de las montañas en túneles inertes, muertas y silenciosas paredes nos ven pasar, luces en las sombras de las tinieblas de las montañas. Javier sigue descansando en mi asiento, ha puesto el control de crucero y se deja mecer entre las pocas curvas que quedan entre túneles. Enfilamos hacia La Carolina entre curvas de asfalto roto, pero las suspensiones hacen que Javier siga confortablemente subido a mis lomos, casi sin moverse, como dejándome conducir, sin mas que suaves movimientos de manillar para acometer los vaivenes de la curvas, vamos rumbo ya a Granada, acabamos de pasar Jaén y el tiempo sigue cálido.
Acometemos las variantes de Granada tomando no las de Villadiego, sino las de Salobreña para dar con nuestros corazones en el hotel, donde aparecen las banderas y señales del evento de BMW, Punta a Punta Marruecos 2017, Espíritu GS. Ahora entiendo lo que decía Javier, pero sigo sin saber que es.
DE ESPAÑA A MARRUECOS, ALHUCEMAS.
El sábado día 7 de octubre de 2017,
Javier aparece sobre las 9:10 horas de la mañana, coloca las bolsas dentro de las maletas, y prepara todos los artefactos y cachivaches, como llama el al navegador y la cámara de fotos.
– Hoy hacemos algo diferente, es una sorpresa Blanquita, luego lo veras, no quiero anticiparte nada.
A las 10 de la mañana partimos en convoy cerrado hacia Motril, vamos atravesando las carreteras y cruces en un pelotón de esperanza, llenos de ilusiones, los “riders” como dice Javier, ondulamos entre innumerables rotondas hacia el puerto. No se que es un puerto, pero siempre seguimos la misma dirección. Pasamos unos controles de policía y después de un vistazo a papeles y mas papeles, estacionamos cerca del mar, en un malecón del puerto, ya entiendo lo que es; un enrome garaje para las enormes maquinas que nos cercan y rodean, algunas con varios pisos, con cajones como un camión para carga, otras pequeñas, pero todas parecen flotar en el mar, que distinto es esto a lo que conocemos.
Con una calma tensa esperamos a que los “estibadores” nos den paso a una enorme rampa dentro del mas mastodóntico de los barcos que había visto, ascendemos para entrar en su estomago de carga, una boca sin dientes, de metal duro y una vez dentro, una bodega enorme, con rigor nos colocamos todas las hermanas y primar juntas, unas al lado de otras y nos van atando al suelo de este enorme estomago de hierro.
Se acerca una “rider”, Silvia, eso me dijo Javier, y comenta que le gustaba el nombre que me había puesto, ella también estaba pensando en un nombre y el mio le parecía muy adecuado para su moto, es otra de mis primas de color blanco reluciente, brillante, como la sonrisa de Silvia, entre risas hablan de nosotras y nos ruborizamos. No nos atrevemos a hablar entre nosotras, crujen las correas y cuerdas al ser estiradas por los responsables de las cargas, mientras Javier, me mira y hace unas fotos:
– Esto es nuevo para ambos, nunca había subido antes en moto a un barco. Blanquita estoy muy emocionado, espero que no se me salten las lagrimas aún, mantengamos la calma. Te tengo que dejar sola, pero bajare cuando pueda a consolarte si hace falta.
Estas palabras dichas entre susurros, me reconfortan, pero tanta novedad no hace mas que sentirme única, Javier también lo consigue con sus caricias a los plásticos del deposito antes de abandonarme por una férrea puerta que sube a la zona del pasaje.
Al cabo de un rato se cierra lentamente la garganta enorme del barco y un rugido nos indica que los motores comienzan a empujar la mole de hierro en la que viajamos. Lentamente vamos avanzando, vibran las maletas y los plásticos de mi cuerpo, quizás sea mas por la emoción que por el barco, no lo sé. Casi sin darme cuenta Javier está a mi lado, asegura las cuerdas y me mira con los ojos húmedos de emoción, me reconforta verle a mi lado.
– Quería coger las zapatillas y poder descansar un poco… Todo va bien Blanquita. Estamos en alta mar y nos mecemos como borrachos perdidos en una noche estrellada, pero estamos aquí. Luego bajare a ver como sigues.
Los vaivenes se suceden y parecen ir a mas, Javier me ha dicho que en mar abierto el barco se mueve mas, pero es normal, las olas son mas grandes y potentes.
Casi sin darnos cuenta, el barco deja de cabecear y poco a poco se vuelve mas estable… empiezan a bajar los viajeros y poco a poco también van bajando los moteros, Javier aparece y comienza a guardar y colocar los cachivaches. El barco se detiene y la enorme garganta de carga empieza a abrirse, todos, coches y motos empezamos a bajar, pero para nosotros es diferente, hacemos una piña con los coches de la organización y el camión cerrando el camino, un repostaje todavía en España, Melilla nos acoge con calor solo mitigado por la humedad del aire que proviene del mar.
Una larga caravana de motos y coches ponemos rumbo a la frontera de Melilla con Marruecos, entre expectación y novedad llegamos a la misma y nos detenemos mientras los “raiders”, eso dice Javier, van preparando los papeles. La verdad es que son los integrantes del STAFF los que van de arriba a abajo por entre las motos aclarando la documentación, recogiéndola o repartiéndola, el caos rodea nuestra caravana de expectación y aparecen “amigos” para ayudar, vender o simplemente hablar. Nos rodean coches y gentes que tienen la intención de cruzar las fronteras en uno u otro sentido, todo parece de película, lenguas extrañas y expresiones sin sentido nos rodean y nos acompañan durante las largas horas de espera.
De pronto como si un viento nos acogiera, se arrancan los motores de las maquinas que esperamos, solo faltaba la famosa frase que me ha dicho muchas veces Javier:
– Gentleman, start your engines.
Partimos hacia la verja que separa las ilusiones y expectativas de las personas, parece mentira que una linea imaginaria las separe tanto, para mi son todas iguales, solo las diferencia la vestimenta, el idioma y a veces el color, todo sin importancia. Javier enseña los papales y la documentación, parece ser que ahora es válido el pasaporte, pero Javier me mira y se ríe mientras me dice:
– Blanquita, este no es el pasaporte de los Punta a Punta, este te permite viajar por el mundo, mientras el otro te permite viajar hacia ti mismo para recordar los paisajes y gentes que nos encontraremos y formaran parte de nuestros recuerdos.
Atravesamos la ciudad de Nador, las gentes hormiguean por las calles, todos están fuera de sus casas, parados en las aceras, tomando algo en los cafés, deambulando por las calles. Cruzan de acera a acera sin casi mirar, otras esperan pacientemente a que alguien pare en un paso de cebra, casi sin éxito. A veces se extrañan de que se pare Javier, ya que los coches y carros siguen su camino o frenan de mala gana. La ciudad parece bullir, da alegría ver tantas personas en la calle, pero creo que a Javier le parece peligroso, cruzan en las rotondas, en las esquinas, menos mal que los semáforos avisan cuando cambia el color de las luces, dando o quitando la preferencia de paso. Los carros y los burros aparecen de cualquier parte, motos de pasado incierto y futuro menos cierto entran y salen entre los vehículos, como jugando al escondite entre ellos. Noto a Javier con estrés, se aprieta contra mi deposito y sujeta las manetas presto a reaccionar ante cualquier transeúnte despistado.
Poco a poco se pagan las luces del cielo y el manto oscuro de la noche avisa su aparición, ya estamos abandonando la ciudad y ahora vamos por una carretera de doble carril por sentido, es cómoda y el asfalto bueno, se nota por las luces y la humedad que vamos paralelos al mar, de cuando en vez asoman luces en los cortados y debajo se observa el mar, en calma.
Vamos en convoy cerrado, entre motos hermanas y primas, cierra el camión de Toni, una enorme maquina que si pudierais hablar con ella serian horas y horas de aventuras, contadas de forma pausada. En cabeza el otro Toni, gracias a sus gestiones y a la celeridad de todos los integrantes del STAFF hemos pasado la frontera sin mas complicaciones, solo a base de paciencia. Ahora viajamos a lomos de la noche de Maruecos y relajados avanzamos hacia el hotel, con un merecido descanso para todos.
DE ALHUCEMAS A LA SUIZA MARROQUÍ, IFRAN.
Amanecido, el viento en calma, una ligera brisa acompaña al sol en su nacer diario, la humedad del mar llena mis cilindros y hace que el aire que nos rodea sea mas pesado. Parece que hoy será un buen día para montar en moto. Estando en estos pensamientos, mis circuitos se disparan al ver a Javier, se acerca sonriendo y con cara descansada, me dice en vos queda y suave:
– Vamos a comenzar la primera jornada de este alucinante viaje. Ayer en el “brifing”, vamos en la charla de presentación del día de hoy, Toni nos comentó que seria una jornada tranquila pero con alguna sorpresa al final. ¡Ya veremos!.
Mientras estamos así, se acerca Adri, otro de los amigos del STAFF, y nos comenta la ruta que tenemos que seguir para ir a la playa a recoger arena, que llevemos la botella de vidrio presta. Salimos una prima adventure, una hermana GS y yo misma con los respectivos pilotos dirección a la playa, por el camino me dice Javier que Alberto y Daniel son los moteros que llevan las motos de nuestro pequeño grupo. Bien avenidos, pasaremos el resto del día juntos. Tras un corto camino, llegamos a la playa y estacionamos, Javier baja de mis lomos y se dirige, junto a Alberto y
Daniel, hacia la misma arena de la playa de Alhucemas, se agachan y llenan una pequeña botella de una fina y escurridiza arena gris, apelmazada como la harina.
Tomamos rumbo al Sur-Este, pasamos por una interminable lengua de casas bajas, en Marruecos no hay edificios altos, las gentes viven en casas de uno o dos pisos, excepcionalmente se ven construcciones de hasta 4 alturas, es por ello que las poblaciones pequeñas parecen mucho mas grandes, diseminadas a lo largo de las vías y carreteras que las dan forma, se crece entorno a estas vias, parece que las buenas gentes de este país, estén deseosas de relacionarse y convivir, son por naturaleza hospitalarios, por ello hacen sus casas en los caminos, para sentirse cerca de los “demás” de los “extraños” o “extranjeros” a los que siempre llaman “amigos”.
Javier va mas relajado, acometiendo las rotondas que parecen estanques de aguas quietas en donde puedes casi mirarte como un espejo, casi no tumbamos, intenta que el agarre de mis zapatos sea el mayor posible evitando los flancos. Mi electrónica está alerta, mientras Javier anticipa las erráticas idas y venidas de los vehículos, coches, taxis, carros, burros y viandantes que llenan las calles de pintorescas vestimentas, algunas personas van vestidas de “Europeos”, otras llevas chilabas, tocados con gorro marroquí, Tarbush o Fez, de rojo intenso con un pequeño bonete. Las mujeres en las ciudades van a la europea y algunas llevan pañuelo cubriendo sus supuestas melenas.
Vamos ascendiendo y aparece a nuestra izquierda un lago enorme, la Presa de Abdelkrim al Khattabi da forma a un espacio de regadío, donde se pueden observar enormes masas de zaina, cereal y cultivos de gran rendimiento, según me dice Javier, esta parte del Rif es muy rica y con cosechas abundantes. Los padres de Javier Nacieron en Tetuán y han hablado muchas veces de la riqueza del Rif, sobretodo de la parte norte que fue protectorado español hasta el año 60. La enorme cordillera que crea una herida de norte a sur entre Alhucemas y Nador (Melilla), separa también las lluvias de oeste y este, haciendo de parapeto de las húmedas nubes que surcan de levante o poniente en las cercanías del estrecho.
Acometemos la subida de esta cordillera al este del Rif, paralelos a ella ascendemos en un sin fin de enlaces de carreteras rotas, llevadas por el trajín de enormes camiones cargados de forma sospechosa, algunos ladeados otros encallados en los ejes traseros, denunciando el enrome esfuerzo de unos motores que no se hicieron para tanta losa, pero que se diseñaron para aguantar.
Empezamos a entender como conducir, adelantamos en condiciones extrañas, algunos camiones nos dan paso con los intermitentes en curvas de linea continua, es el habito de la costumbre, que nosotros con nuestras recias leyes hemos casi abandonado. Te puedes encontrar un vehículo adelantando y tienes que cortar gas e incluso orillarte al arcén, éstos son de grava, piedra suelta sobre firme tierra, los arcenes no están asfaltados y las carreteras desaparecen y aparecen como los ojos del Guadiana, a veces circulas por una variante de piedra apisonada, otras de grava y pequeñas piedras machacadas, esa piedra que nos rodea, que inunda el horizonte y que esta presente en todo el viaje, “Marruecos on the rocks”.
Siempre rumbo al Sur, seguimos ascendiendo por interminables puertos de montaña, aparecen montes de bosque mediterráneo, hiervas aromáticas y lentiscos y enebros y pinos y encinas, parece que estemos en Andalucía, quebradas cañadas dan paso a una altiplanicie después de rondar los 1370 metros de altura. Sobrevuelan nuestras cabezas, dos águilas de blanco plumaje, son pequeñas y parecen ser culebreras, relucen brillantes sobre el fondo azul del cielo, suspendidas por las corrientes ascendentes de las montañas, flotando entre los riscos que dan su sustento. El paisaje nos regala la vista de enormes llanos sesgados de colinas heridas por la intemperie, de vez en vez aparecen pequeñas construcciones muy cuidadas y con altos cimborrios, son los minaretes de las mezquitas, limpias, solitarias, luceros de una religión y de unas costumbres distintas, en ellas se escuchan los cánticos de las llamadas a la oración.
Atravesamos varios “oued”, cauces de ríos, temporales, que atronarán de agua cuando llueva en las montañas, pero ahora están quedos y tranquilos, algunos con hilos de agua de no se sabe donde, en estos parajes angostos después de una verano demasiado largo. En la ribera de uno de ellos, Javier se me acerca y me susurra:
– Mira, Blanquita, unos granados y tienen frutos. Alguna semilla perdida dió con sus “huesos” en este remanso de tierra y le pareció fértil y germinó. Estos parajes son increíbles. Pasamos de los montes al llano, parece que estemos en La Mancha. Se ven olivos, pero no muchas viñas, aunque alguna hay. También he visto túmulos de arcilla, deben ser para almacenar y que fermenten las “hierbas y pajas” que servirán de alimento al ganado, silos con siglos de uso, cada terreno tiene sus recursos.
Entonces me fijo en unos abultamientos de barro, sobresalen de la tierra árida en la que riscan cabras y ovejas, aquellas negras, como deseando destacar en este paraíso del beis. Javier esta ahora relajado, hemos parado varias veces a hacer fotos y seguimos en este pequeño grupo, noto como me acaricia el manillar, casi sin esfuerzo, no parece una ruta muy transitada y las aldeas son diferentes, chiquillos pidiendo caramelos o dirhams, gente esperando en los bordes de la carretera a algún trasporte y casas de adobe, barro y paja, de ocres colores dan una imagen de indiferente tranquilidad.
Al pasar esta caravana de tres, los impertérritos ojos de los lugareños nos siguen hasta vernos desparecer en el vaivén del camino, seguirán después en sus faenas sin inmutarse, pero para nosotros serán un recuerdo de unas gentes admirables, que han sabido sacar rendimiento a lo poco que les ofrece su casi miseria y no parecen estar a disgusto con ello.
– Blanquita, admiro a estas personas, parece que son felices a pesar de tener tan poco, esto me hace pensar en nuestra opulencia, nuestro orgulloso estilo de vida, a veces despilfarrado estilo de vida. Me siento un necio sabiendo que la vida puede darte mas sin tener mas. Ahora entiendo lo que se dice cuando alguien exclama: “no se es mas rico el que más tiene, sino el que menos necesita.”
Javier se deja llevar por entre estas largas llanuras, de pronto en un cruce, la carretera desaparece para convertirse en una pista de grava, noto a Javier incomodo, y reduce mucho la velocidad, engrana hasta segunda para acometer los kilómetros en este nuevo contexto. No sabe Javier que mi electrónica está preparada para ello, pero él no es una maquina, eso debo también agradecérselo, tiene miedos, sentimientos y pensamientos diferentes. Según avanzamos su confianza aumenta y engrana tercera y hasta quinta, para ir a punta de gas, la tracción es buena y podríamos ir mas deprisa, pero Javier se da por satisfecho.
Hemos abandonado las escarpadas montañas del Rif mas oriental, entramos en las llanuras que dan paso al Medio Atlas, también cambia el terreno, es llano y árido, pastorean los rebaños de ovejas y cabras. La pista de grava da paso al asfalto de la autopista que nos llevara a la puerta del Atlas.
Ahora vamos a buen ritmo, vamos dejando atrás valles de interminables siembras, arboles y arbustos saltean la fértil llanura, solo rasgada por los cauces secos y mudos de ríos moribundos por el estío. Después de rozar el norte del Parque Nacional de Takekka, próximo a Taza, seguimos avanzando en tierra firme, como dice Javier:
– Blanquita, esto si que es disfrutar, no los caminos de cabras por los que me has sabido llevar como nadie, gracias por seguir cuidando de mi. Que paisaje, las ciudades parecen pintadas en el suelo, casi no hay sombras de lo bajitas que son las casas.
En la lejanía se observan las formas caprichosas del embalse de la presa de Idriss 1o, nuestro camino nos lleva a la provincia, bueno prefectura, de Fez-Boumalne. Seguimos por terrenos de labor y arboles frutales, pero hacia el Sur-Oeste entre colinas, se va agrandando un macizo montañoso, se yergue por encima del horizonte, como orgulloso de su existencia. Según dice Javier vamos en esa dirección.
Salimos de la autopista y entramos de nuevo en carreteras bien asfaltadas, tomamos rumbo Sur, dejando Fez al norte. Avanzamos a ritmo de los adelantamientos que podemos hacer, vamos zigzagueando entre camiones, coches, algún que otro burro, carromatos y motos, topamos con cerros cada vez mas abruptos y empezamos una ascensión suave, entre colinas de cedros y enebros. Hace una temperatura agradable y se agradece en esta parte del viaje. Tal y como se conduce es muy difícil que no haya alguna colisión, y en el camino vemos un incidente, todo es caos a su alrededor, muchos vehículos detenidos, parece que todos están bien y lo mejor es no seguir aumentando el riesgo de otro más, así que Javier decide no parar, ya hay demasiada gente “actuando”, lentamente con cuidado pasamos entras las hileras de motores calientes, los de los burros no paran, y continuamos la marcha.
Me sorprende la presencia de los puestos o controles de la policía, pueden estar en las aldeas, las rotondas, en salidas de curvas, hemos visto varios hoy y todos están marcados con una señal extraña, aunque parecida al “stop”. Javier se detiene y en general no hace falta ni pararse porque el agente da paso casi inmediatamente cuando nos ve.
Casi sin darnos cuenta hemos pasado Ifran, Javier disminuye la velocidad y se yergue por encima de mi pantalla derivabrisas, parece que está buscando algo en la carretera, en el cruce de un camino observamos un grupo de motos, son amigos de Javier y entramos con ellos, tras una breve pausa para aclarar el camino a seguir, tomamos la senda que nos marca el “roadbook”, de forma pausada vamos pasando las dificultades del camino, ascensos y descensos que hacen que Javier se “amarre” a mi deposito con sus rodillas, le noto muy tenso para el terreno en el que estamos, pero es la primera vez que salimos del asfalto para entrar en pistas y caminos, yo estoy muy atenta a las irregularidades del terreno, vamos en modo “enduro” y poco a poco nos quedamos atrás, vamos con lentitud eligiendo el mejor paso posible… de pronto un paso difícil y la catástrofe… mi zapato trasero resbala al saltar una piedra encastrada en el suelo deslizante, caemos de costado izquierdo y mi alegría pasa a ser desesperación, no noto a Javier sobre mi, no lo veo, no se como ni donde está, mi electrónica está atenta a todo, pero son segundos que parecen años… busco y busco pero no puedo moverme ni ver… con alegría contenida, veo a Javier cojeando de su pierna izquierda y señalizando al resto de vehículos, de amigos, que hay peligro de accidente.
Son unos segundos que no quisiera repetir, me siento descorazonada, ¿como estará Javier…?, ¿habrá fallado mi electrónica?, ¿que ha pasado?, intento desconsolada observar como está, aún estoy tumbada de costado, pero Javier se acerca para levantarme y entonces Diego, Javier me dijo luego que es un periodista y motero muy experimentado, se acerca y ordena a Javier que descanse, es una orden amistosa, casi cariñosa, con brío entre varios amigos de Javier, me levantan del suelo y me colocan fuera de la trampa en la que estamos, me hacen rugir, mis cilindros retumban para comprobar el estado del motor, yo se que está todo bien, pero prefieren asegurarse.
Mientras Javier pasea a mi alrededor, como comprobando su píe, los amigos le dicen que descanse un poco, tras unos minutos, asciende en la suave colina en donde nos hemos caído y vuelve a montarse en mi, me reconforta sentir su peso, me alegro de tenerle encima, de sentir los músculos tensos sobre mis costados. Con más apuro que pericia vamos sorteando los obstáculos que nos aparecen y seguimos camino, solo voy pendiente de Javier, parece que el horizonte no existe, ni las piedras, ni los pastos que nos rodean tienen ahora importancia. Llegamos a una cuesta de arena y piedra, y nos encallamos, con tozudez y valentía Javier comienza a dosificar el embrague y el acelerador, noto como la temperatura de nuestros cuerpos sube y comienzo a poner el electro-ventilador, se conecta y desconecta varias veces, pero Javier sigue insistiendo, como a saltos, de poco en poco, ascendemos por fin y tomamos entre cedros el camino que nos llevara al punto de sellado. Detrás el coche de cierre de la organización, que nos acompaña este último tramo del día.
Javier estaciona cerca de otras hermanas que están allí, cuando se quita el casco un chorro de agua sale del mismo y cae sobre mi deposito, no percibo sabor ni olor, pero siento como estamos los dos un poco distanciados, me siento desolada. Javier se acerca después de sellar el “otro” pasaporte y tras unas miradas y comprobaciones, se acerca a mi deposito y entre la multitud me susurra:
– Blanquita, eres increíble, por los parajes que has sido capaz de meterme, la caída es un anécdota de mi inexperiencia, mi ignorancia ha dado con nuestros huesos en el suelo al tratar de pasar por un sitio imposible, la verdad es que estoy orgulloso de ti… No puedo dejar de asombrarme de tus capacidades, tu robustez y la cálida acogida de tu mullido sillín. Por suerte no te has hecho nada, ahora cuando lleguemos al hotel, miraremos mas concienzudamente…
Se sube torpemente a mi sillín, noto como le duele la pierna, pero seguirá a delante, estoy emocionada, nunca Javier me había tratado así, he sentido algo muy parecido a estar viva…. ¿quizás lo este al menos para él?. No hago más que estar pendiente de Javier, acabo de perder el gusto por lo que él admira, el paisaje, las gentes, las calles… todo parece gris y oscuro. Mientras estoy sumida en mis pensamientos, con toda la electrónica en posiciona de alerta, despacio y sin mas sobresaltos, llegamos al destino, entramos por el arco de llegada y Javier se baja y habla con Jhonny, es el mecánico del grupo de amigos que estamos viajando por Marruecos.
Una revisión concienzuda, atentamente aprieta los espejos, las manetas y mira el ajuste de tornillos, frenos y otros dispositivos, con mirada experta, vista profunda, asaetea mi cuerpo para buscar efectos de la caída. Nada, algunos ajustes y poco más. Javier entonces coge los bártulos y desaparece para tomar un más que merecido descanso.
DE IFRAN SURFEANDO EN EL ATLAS MEDIO HASTA MIDELT.
Amanece una mañana fresca en las alturas de Ifran, limpia y nitida la mañana va dando paso a un día luminoso, se nota que estamos a mucha altura. Los riders van apareciendo, entre ellos Javier, con las bolsas y su cojera. No me reconforta mucho verle así, pero no parece darle mucha importancia a su estado físico, al menos aparentemente. Cuando está mas cerca se vuelve y habla con otro amigo de los muchos que deambulan por el parque cerrado, Javier se me acerca al fin y me dice en voz queda:
– Blanquita, es Paco, es como un padre para todos nosotros, tiene 76 años y viaja a lomos de su adventur flanqueado por su hijo, como envidio su ilusión, su capacidad y gallardía, me alegro de haberle conocido, otro ejemplo de que la juventud y la edad no van siempre de la mano. Es un ejemplo para todos, que envidia poder llegar a ser como él, si es que llego a tener sus años.
Mientras me dice estas palabras ha ido cargando las maletas con las bolsas y se dirige a hablar con Toni, después de algunos minutos, aparece y coge otro de sus cachivaches, para volver a reunirse con él. Habla con Daniel y Laura, los “mecánicos” de Javier, me imagino que estarán hablando de su pié, espero que le dejen continuar, hoy vuelvo a tener ganas de ruta, y creo que Javier también. Poco a poco todos los grupos de riders van abandonando la rotonda que hemos hecho nuestra, los incansables amigos del STAFF comienzan a desmontar el “tinglao” como dice Javier, solo quedamos dos motos, la adventur de Fede, como llama Javier a su amigo Federico el Mejicano afincado en Barcelona. Aparece Federico al fin y marcha… quedamos solos Javier y yo.
Javier esta liado con sus cachivaches, de pronto guarda concienzudamente todo en las bolsas, coloca éstas dentro de las maletas y inserta en navegador en el soporte, mientras me explica: – Hoy la primera parte de la ruta la hacemos por carretera, no estoy en condiciones de volver a las pistas de ayer, así que vamos en nuestra propia compañía, tu y yo solos. A mitad del camino nos unimos con el resto de los amigos y terminamos juntos en el hotel. Podemos ir a nuestro ritmo, tranquilos, viendo de forma serena el pasar de los kilómetros y disfrutando de la compañía del aire, el viento o el calor, quien sabe lo que nos deparará la carretera. He indicado a la organización la ruta para que estén tranquilos y Toni ya sabe el camino. Partimos lentamente, como saboreando este momento de intimidad, vamos surcando las calles próximas a los apartamentos donde han estado alojados los “riders” y volcamos a una avenida ancha, que da paso a una carretera de buen asfalto, atravesamos casas y bosques, cualquiera diría que esto es Canadá, me dice Javier, entre ensoñador y asombrado.
Paramos en el camino a hacer unas fotos a una edificación al borde de la carretera, en su entrada dos enormes teteras y un sinfín de arabescos y patrones árabes, embellecen las paredes de todo el edificio. El nombre de las ciudades o poblaciones se pierde en el intrincado dibujo de las señales indicadoras, casi indescifrable, solo cuando te fijas están en francés, que ni Javier ni yo controlamos. Estamos en tierras Bereberes.
Vamos pasando pueblos y aldeas, cruzamos valles y montes, en un mar de bosque, encinas, cedros y arbustos de media altura, relajan nuestras miradas hacia el horizonte. En una de las ciudades paramos, Javier entra en un bar, y entre los cristales veo como se toma un té, lentamente, como si quisiera sacar el sabor de Marruecos, toma, sorbo a sorbo el brebaje de color verde ocre con hiervas en su interior. Los chiquillos me rodean y tocan las maletas mientras sus ojos escudriñan mi silueta. Las gentes deambulan por las calles, como en todas las aldeas u ciudades.
Javier sale del bar y calza la chaqueta y sus guantes, se coloca el caso y continuamos el paseo, un poco más adelante volvemos a parar en la calle principal, Javier coge sus documentos y se dirige a un establecimiento con un guarda en la puerta. Entra y los oscuros cristales no me dejan ver más bien adivinar, extrañas formas en su interior. Pasan unos minutos y vuelve a salir, mientras observo como me dirige una inquisitiva mirada.
– Que sucia estás, en fin seguiremos camino. Acabo de cambiar euros a dirham, así que ya terminaremos el viaje de Marruecos con lo que tengo de efectivo. Continuamos nuestro paseo, que me encuentro mejor que esta mañana, el té me ha sentado muy bien. Doy un buche de agua y “avanti a tuta”.
Me sonrío ligeramente, mientras retomamos el camino, salimos pausadamente de la ciudad y entramos en un sinfín de curvas y montañas del Atlas Medio, el paisaje pasa de valles a montañas y viceversa, vamos en las alturas y curva a curva, entre monte y tierras de labor, con manzanos, palmeras y granados, algún que otro cítrico también.
Llegamos a una zona bordeada de perros, los Perros del Atlas, raza endémica de la zona norte de África, donde han encontrado un refugio en estas montañas, me sorprende que estén tranquilamente en los bordes de la carretera, en medio de un espectacular macizo de montañas quebradas y monte mediterráneo, con encinas, retamas, acebuches, enebros, hérgenes y lentiscos.
– Mira Blanquita, ya se porqué los perros están aquí tan tranquilos, fíjate como el autocar que va delante hecha pan a los perros de ambos lados de la carretera. Estos animales que antaño pastoreaban con los Bereberes y servían para dar seguridad ante las serpiente, culebras y chacales, se han convertido en estampas de un zoo al aire libre. Son recios y de tamaño medio a grande, parecen robustos y sus variopintos colores destacan sobre el ocre y el verde que los rodea.
Efectivamente, pude comprobar, antes de que Javier adelantase al mencionado autocar, como desde éste, posiblemente el guía, enviaba misivas alimenticias a los amigos de los hombres, como se menciona en muchos sitios.
Rodamos a buen ritmo, pero en la salida de una curva, nos detenemos y paramos al lado de dos motos del grupo que tanto deseábamos encontrar. Son Paco y su hijo Diego, que también vienen juntos en el viaje, Javier se une a ellos y contrasta la veteranía de Paco, con la juventud de Diego, charlan durante un rato y luego ellos parten mientras nosotros quedamos un rato más, pasan mas amigos en moto y poco a poco se consume el té del vaso de Javier.
Emprendemos el viaje ya sin mas novedades, solo una parada para comer y descansar un poco y por fin llegamos al destino en el hotel cercano a Midelt.
Bueno si que hay que mencionar algo, casi de noche hicimos una excursión por caminos, creo que era mas bien un pequeño curso de conducción “offroad”, que tan bien le vino a Javier, después de dar unas vueltas en una explanada cercana, dentro del recinto del hotel, salimos a la carretera para buscar unos caminos por los que poder poner a prueba lo que habíamos aprendido. Aunque fue breve y corto pero me lo pasé realmente bien y note a Javier mas confiado.
2 comentarios en “PUNTAPUNTA ESPÍRITU GS MARRUECOS 2017 PARTE 1”
Hola, gran viaje y gran crónica, me gustaría hacerlo aunque he perdido la oportunidad.
me podrías decir si es posible conseguir el roadbook o los tracks?
Hola Daniel
Este año se hace la segunda edición y creo que estas a tiempo para apuntarte si así es tu deseo.
Los tracks y el roadbook son propiedad de BMW.
Un saludo,